lunes, 14 de noviembre de 2011

¿Qué pensaría Sigmund Freud de los smartphones y las tabletas?

De acuerdo con Freud, uno de los aprendizajes más difíciles es manejar las presencias y las ausencias.
Foto: Getty Images

Es uno de los filósofos más influyentes de Occidente. Su pensamiento transformó la forma como nos vemos a nosotros mismos y para muchos, sus ideas siguen más vigentes que nunca. BBC Mundo explora con expertos cómo vería Sigmund Freud un fenómeno que, en sólo cinco años, ha sobrepasado las fronteras occidentales: los teléfonos celulares inteligentes y las tabletas.
Cuando le preguntamos a Anouchka Grose, miembro del Centro para el Análisis y la Investigación Freudiana, en Londres, que pensaría Freud de los smartphones y las tabletas, la respuesta fue contundente: "Es imposible saber lo que Freud pensaría, pero cualquier freudiano seguramente los vería como un increíble golpe a la castración".
En este contexto, aclaró la psicoanalista, la castración no debería interpretarse literalmente, sino como una metáfora relacionada con la sensación general de estar incompleto, de fracaso y de pérdida.
"No más vacíos en el conocimiento, no más olvidos, no más separaciones: con un iPhone, puedes saberlo todo, verlo todo y estar en contacto con todo el mundo al mismo tiempo". De acuerdo con la escritora, los teléfonos inteligentes son dispositivos brillantes para manejar la presencia y la ausencia.
"Con la tecnología adecuada, podemos compartir tiempo con nuestra familia y/o con los extraños, podemos ver sus vidas desplegadas en Facebook, ver películas que siguen las existencias de personas ficticias o simplemente leer sobre lo que el resto del mundo lee en los periódicos o en Wikipedia. En otras palabras, podría parecer que tenemos un gran control sobre la proximidad de los otros".
 
OMNIPOTENCIA
Grose explicó que para Freud, los niños nacen sin saber dónde terminan ellos y dónde empieza el mundo. Tenemos que aprender que las personas y las cosas están separadas de nosotros y fuera de nuestro control.
"Esto puede llegar a ser una gran decepción y para la mayoría, si no para todos, puede provocar fantasías conscientes o inconscientes de omnipotencia. Los teléfonos inteligentes y los iPads nos brindan el apoyo tecnológico perfecto para desarrollarlas".
"Por supuesto que la gente va a hacer cola toda la noche (afuera de las tiendas Apple) para obtener la última versión de cual sea el dispositivo que promete dar respuesta a las necesidades humanas más básicas".
"Habiendo dicho eso, no creo que Freud habría desaprobado (esos aparatos). Mientras era muy consciente de que los cigarrillos eran una combinación casi cómica del pecho, las heces y el falo -pues de alguna manera respondían a todos los instintos infantiles- eso no le impidió seguir fumando".
 
NARCISISMO
Para el doctor Benjamin G. Voyer, investigador visitante de la London School of Economics, la mayor parte de la locura alrededor de los iPhones y los iPads podrían explicarse en términos de narcisismo y de una relación perversa que tenemos con el objeto.
"Freud dijo una vez que 'uno se vuelve muy loco cuando se enamora'. Yo creo que él vería los iPhones y los iPads como objetos narcisistas. El iPad y el iPhone son objetos de deseo intenso. Ambos objetos guardan contenidos muy íntimos de nuestras vidas: imágenes, mensajes, números personales. Eventualmente, se convierten en una reducción idealizada de quiénes somos o, más exactamente, quiénes quisiéramos ser", le señaló a BBC Mundo.
Para el psicólogo, los iPads y los iPhones también son reminiscencias de los juguetes que ansiábamos cuando éramos niños.
"Con los iPads y los iPhones, somos capaces de reexperimentar esos momentos de inocencia y de disfrute de nuestra niñez. En ese sentido, Steve Jobs fue una figura similar a Santa Claus. Él creó objetos con los que los adultos podríamos soñar, idealizar, y por los cuales estaríamos dispuestos a esperar toda la noche, de la misma manera que los niños no pueden dormir en la noche de Navidad".
Más allá de la belleza de los dispositivos, refexionó el doctor, su misma naturaleza, su característica táctil, los hace un candidato ideal para lo que Freud llamaba fetiches sexuales.

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